lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Hasta que la muerte nos separe?

Uno de los temas mas recurrentes en nuestra sociedad es el matrimonio, es una meta en la vida (a veces la única), una realización, un deseo, una cuestión práctica, una obligación, hasta un error. Para la mayoría de las mujeres es un asunto muy importante, prioritario, indispensable; para la mayoría de los hombres es una obligación, una necesidad social, un paso ineludible. Gracias a estas apreciaciones la decisión de contraer matrimonio es muy importante y necesaria para ambos géneros por lo que llega un momento en la vida en que una buena parte de nuestras energías se concentran en ello; ahi es donde empiezan los problemas.
Cuando comenzamos a salir con alguien que nos atrae y en quien pensamos como candidato al matrimonio lo primero que hacemos es recurrir a la mercadotecnia, es decir ensalzar nuestras virtudes y ocultar nuestros defectos pero no se queda ahí, que de por si ya es bastante grave, sino que además nos adornamos con características que no tenemos pero que creemos que el otro (a) busca y que en realidad están dadas por los ideales que nos proponen en los medios; así las mujeres se vuelven delicadas y dulces, comprensivas hasta la estupidez, cariñosas y atentas, claro con un buen drama de celos de vez en cuando para que "él sepa cuanto lo quiere" y actitudes de señorita victoriana (espantarse con las "palabrotas", criticar a cualquier mujer atractiva que se acerque, moralistas recalcitrantes, etc). Hay otro estereotipo al que se recurre cuando una no es "tradicional" y es comportarse como diosa, inaccesible y displicente, exhibir nuestras opiniones en el momento mas inoportuno (porque somos honestas y no nos importa el "que dirán") y dejar sentado que somos independientes y no sabemos cocinar.
Por otro lado los hombres también practican este deporte y los tradicionales son caballerosos tipo novela del siglo XIX, no soltarán "palabrotas" a diestra y siniestra por respeto a su novia, visitarán a los padres aunque se aburran mortalmente, aceptarán ver películas cursis y soportarán estoicamente todos los berrinches de su princesita; el otro estereotipo, el liberado y moderno, usará lenguaje vulgar, aceptará que su mujercita no sepa nada del cuidado de una casa y aplaudirá todas sus demostraciones de "libertad".
Estas actitudes son demasiado definidas para ser reales: nadie somos totalmente tradicionales ni totalmente liberales, todos tenemos características propias que no encajan completamente en ninguno de los moldes; pero como estamos enfocados en la campaña matrimonio pasaremos por alto las incongruencias y así llegaremos al clímax de todo este trabajo: casarnos. Y es ahi donde las cosas se desnudan, nos mostramos tal y como somos pero lo que es mas importante: vemos al otro tal y como es. Las mujeres tolerantes con la borracheras del novio dejarán de serlo con las de su ahora marido, las salidas con amigos dejan de ser aceptadas porque, tal y como nos enseñaron, los hombres son unos infelices que a la primera oportunidad se irán con cualquier mujer que les pase enfrente (lo que significaría que los hombres no tienen el menor espíritu de selección y se casaron por obligación o cansancio), dejarán de ser las chicas perfectas, bien arregladas siempre porque ya no tienen tiempo (en realidad casi siempre es porque era una verdadera tortura ser bellísima a cada rato y ya no es necesario, ya "lo amarraron") y terminan siendo una verdadera lata. La otra, la liberada, comenzará a mirar con cierta envidia a las mujeres "consentidas", querrá atenciones de caballero medieval y lo peor es que dado el estereotipo que se impuso, ni siquiera podrá pedirlo (sin contar con que las mujeres "liberadas" no necesitan de esas cursilerías).
Por otro lado, los hombres también dejan de fingir y la tremenda tolerancia a la familia de su novia se acaba en cuanto se vuelve la familia de su esposa, las "malas palabras" saldrán en cualquier momento sin importar que su santa mujer esté a un lado y cada vez será menos frecuente que le abra la puerta del auto o le acerque la silla en el restaurante; el liberado en el fondo quiere que su tan admirada mujer moderna le haga la cena, comenzará a avergonzarse de la falta de tacto (antes llamada honestidad) de su esposa para expresar sus opiniones y añorará la casa materna donde alguien se hacía cargo de todas las pequeñeces diarias.
Estas situaciones nos llevan a matrimonios poco armónicos, donde lo regular es un pleito por semana, ya sea porque el señor llegó tarde a dormir (o no llegó), la señora no tiene tiempo de cocinar, el señor no quiere ir al cumpleaños de la sobrina Pepa, la señora no quiere a los "amigotes" de su marido en su casa haciendo desorden, el señor quiere pasar el domingo viendo deportes y bebiendo o la señora está ocupada atendiendo su casa como para ver siquiera a su marido. Todos conocemos matrimonios así (si no es que vivimos en uno) de los que ni siquiera se nos ocurre preguntar ¿porque siguen juntos?, es tan normal vivir en conflicto que no nos extraña, esperamos en el fondo que el marido tenga amantes porque así es, esperamos que la esposa sufra y de paso le haga la vida desdichada a él porque se lo merece; a nadie se le ocurre que estas cosas sean motivo de separación porque son pequeñeces, detalles sin importancia y uno no va a "destruir una familia" por una aventurita o un drama de celos.
Todo esto tiene el mismo origen: la deshonestidad en el noviazgo, la necedad de cerrar los ojos porque ya elegimos a tal o cual persona como pareja. Si en el periodo del conocimiento fingimos ¿como sabemos que esa persona es la correcta para nosotros? si en el noviazgo aceptamos que uno de los dos se embriague una vez por semana ¿porque en el matrimonio ya no?, si un hombre acepta que su mujer no sepa ni hervir agua ¿porque espera que una vez casados le haga de cenar? si una mujer sabe que su pareja no se pierde un sólo juego de soccer ¿porque quiere que deje de verlos una vez casados? Por otro lado si durante el noviazgo somos la perfecta ama de casa y en tacones ¿porque casados ya no? si el hombre es cariñoso y amable ¿porque en cuanto se casa deja de serlo? La respuesta es que nunca fuimos nada de eso, lo fingimos para "conquistar" al otro, el cual se quedará pasmado cuando vea quien somos realmente (aunque él también haya fingido) y las cosas se convertirán en una tortura diaria de la que ni siquiera tendremos conciencia porque "es lo normal"
Curiosamente esto es mas recurrente en matrimonios heterosexuales ya que en los homosexuales, al ser poco aceptados por la sociedad, se está mas alerta a un posible fracaso, la generalidad de los matrimonios homosexuales (hablo de matrimonio a la unión como pareja, documento de por medio o no) se dan por convencimiento y no por imposición social lo que los libera de la presión y permite que sean mas honestos entre si.
La honestidad durante la etapa del conocimiento es básica y también la observación, no debemos dejarnos cegar por la necesidad de un matrimonio, si somos honestos y realistas tenemos mas probabilidades de tener un matrimonio agradable y no cumplir con la sentencia de Wilde: "las mujeres se casan por curiosidad, los hombres por cansancio y ambos quedan decepcionados"

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