sábado, 2 de abril de 2011

Oportunidades para todos

Se habla mucho de las razones para la emigración de las pequeñas comunidades a las ciudades, la mas nombrada es la falta de oportunidades. Es cierto.
En el caso de los poblados que son casi rancherías, donde para conseguir una cubeta de agua hay que caminar tres kilómetros y la escuela es un cuarto donde se mezclan niños desde los 6 hasta 15 años, generalmente con profesores que están ahí a la fuerza y esperando cualquier pretexto para salir corriendo, esta falta de oportunidades es cierta; pero hablemos de las no tan pequeñas comunidades, de esos pueblos donde hay servicios y uno puede crecer ahí hasta la adolescencia y tal vez emigrar para estudiar una carrera universitaria, enfoquémonos en esos seres privilegiados que pueden vivir con cierto grado de comodidad ¿que pasa con ellos? La mayoría terminan la secundaria, con suerte la preparatoria en su pueblo y lo primero que piensan es en salir de él ¿porque? El mismo argumento: "no hay oportunidades de desarrollo" "te quedas a hacerte viejo en este pueblo aburrido" "¿a que me voy a dedicar aquí?"
Estas respuestas son clásicas en nuestra sociedad (y no me refiero a la mexicana, sino a la creada por el sistema, creo que es aplicable a cualquier país inmerso en el imperialismo) porque tenemos una idea común y muy clara de lo que significa superarse: tener; bombardeados hasta el absurdo de publicidad donde nos dicen sistemáticamente que hay que tener un auto moderno, que no debemos perdernos los estrenos hollywodenses, que triunfar en la vida es tener casa con jardín y dos perros, que si no vas a los mejores antros estás fuera de la modernidad y que lo mejor que puede pasarte en la vida es usar traje y corbata (las mujeres traje sastre y tacones) para trabajar en una compañía enorme y de prestigio ¿que podemos esperar?
Esta sociedad ha reemplazado valores antigüos, algunos francamente detestables pero muchos otros, considero yo, básicos para la superviviencia armoniosa, a fin de cuentas se supone que esa es la meta original de la creación de una sociedad: la armonía, la paz, la tranquilidad y cooperación entre sus miembros para vivir bien. Ahora los valores tienen mas que ver con poseer, sobre todo lo que la publicidad nos dicta necesarios para ser "feliz".
Esos seres que emigran de sus pueblos que mencionaba yo arriba, van tras el sueño de El Dorado, creyendo que verdaderamente encontrarán la felicidad y satisfacción en un mundo lleno de "oportunidades" y ni por error piensan en regresar a sus pueblos de origen porque allá no van a encontrar todo ese modernismo que los deslumbra de las ciudades y sin darse cuenta, ingresan al enorme ejército de relegados, de pobretones (valga la palabra), de "nacos" con aspiraciones; crean un sincretismo entre sus costumbres de pueblo y las que tratan de adoptar de las ciudades que terminan en una revoltura de actitudes, comportamientos y estilos de vida que los marcan como parias sin que se den cuenta siquiera. La mayoría de ellos terminarán de empleados en tiendas de autoservicio, mensajeros, repartidores, choferes; con jornadas asesinas de trabajo, recorriendo distancias absurdas todos los días porque sus ínfimos salarios no alcanzarán para vivir en la ciudad propiamente, sino en las zonas conurbadas, mas baratas y a dos horas de camino de sus lugares de trabajo. Eso si, con "paguitos" en Elektra se comprarán una pantalla plana, un x-box, un refrigerador que no cabe en su cocina (si es que tienen cocina) y un celular que hace todo lo que antes hacían 10 aparatos, por supuesto los intereses de los paguitos les importarán dos veces el valor de lo comprado y la pantalla servirá para ver el juego del domingo porque entre semana ni tiempo para ver televisión pero todo sea por ser parte de la "sociedad", esa misma que los desprecia y se burla de ellos.
Esta forma de vida (si es que vida podemos llamarle) será la suya hasta el final de sus días porque no conocen otra y porque cualquier cosa es preferible a volver a sus pueblos; ahí está el quid del asunto; a esos seres nadie les enseñó que la felicidad no es acumular cosas, no es tener el último lanzamiento de Telcel e ir a los estrenos de cine de verano, no se dan cuenta que en realidad no son felices porque viven endeudados, angustiados, cansados, sin tiempo ni ganas de reflexionar en lo que están viviendo, sin enterarse nunca del enorme placer que significa leer, observar la naturaleza, acariciar un perro que te mira con ojos de enamorado, escuchar con atención un buen disco o sentarse a pensar exclusivamente. Esta sociedad les ha atrofiado la curiosidad, la reflexión; les ha vendido la idea de que hay que comprar para ser feliz y que en las ciudades encontrarán todo lo que buscan (y que buscan lo que la publicidad les dice que hay que buscar)
¿No sería maravilloso que toda esa gente volviera a sus pueblos a compartir lo que aprendieron? ¿No sería un gran paso que pudieran aprender que la felicidad no está en poseer sino en disfrutar? Puedes ser feliz en un pueblo pequeño, siempre y cuando aprendamos que está en nosotros y no en lo que tenemos poder despertar todos los días con ganas de iniciar la jornada, que las cosas no nos hacen sentirnos bien mas que en la medida en que podemos disfrutar de ellas con todos nuestros sentidos.
Claro que no hay oportunidades para todos, pero las que hay debemos saber aprovecharlas y entender que oportunidad de superarse no es sinónimo de comprar y poseer.

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